no puedo comprender por qué me ha costado tanto escribir este año.
quizá es porque estoy bien y soy feliz, mundanamente feliz.
en el sentido de que… las terrenalidades me contentan, esta vida compuesta de una inmensa aglomeración de pequeños sentidos fugaces me contenta, me contenta porque casi no pienso.
estoy bien y soy feliz y, paradójicamente, me quema por dentro, me hierve el cuerpo como el agua en la tetera, como los fideos en la olla, como el agua en el extremo supremo de lo caliente en la ducha el hecho de que estoy a pasos de entrar al mundo laboral, al mundo universitario donde yo, como diablo hambriento, tengo la cabeza repleta de palabras, de figuras retóricas, de monólogos eternos y vacía, hueca, árida de números, de ciencias matemáticas, carente de esta sed contemporánea por memorizar los atajos en el teclado de un computador (yo apenas sé usar uno y no he existido ni por dos décadas).
soy humanista y mi afán máximo es estudiar literatura, ¿para qué? solo porque necesito saber más de lo que ya sé.
estoy en medio de este torbellino, en el ojo de la tormenta donde, envuelta en el caos que surge de la incertidumbre, de lo desconocido que me desconoce, permanezco en suma paz con mis días.
¿sabían que, Bret Easton Ellis, autor de American Psycho, ha dicho que esa misma obra es probablemente su escrito más personal? qué turbio…
lo más irónico es que esto mismo me sucede a mí con “escarlata”. creo que en mi vida, en todos mis años vividos, es el escrito que tiene la mayor cantidad de párrafos personales arrancados directamente de mi diario digital, plasmados tal cual han existido, en la misma obra que leen.
una autopsia del autor, para el festín del lector.