—¡Señorita Jae Rin!
Una sonrisa afable se dibujó en los labios de Magnus el momento en que Genevieve se empezó a retorcerse exaltada en los brazos de su padre al ver la silueta de la diosa situada en aquel pequeño jardín donde habían acordado realizar un picnic, empezando una carrera ágil hacia ella el momento en que sus piecitos tocaron el pasto.
Se anexó a las piernas de la mujer, presionando su mejilla contra estas por breves momentos antes de verle con ojos refulgentes.
—¡La extrañé mucho! —exclamó felizmente, dando diminutos saltos—. ¿Me extrañó también?
Magnus no pudo evitar reír ante la escena mientras se acercaba al dúo, dirigiendo una pequeña mirada a la mayor mientras saludaba.
—Es un gusto verte, Jae Rin —musitó entre risas, observando como Genevieve se abrazaba alegremente a la deidad—. Pff… Veo que Genevieve la extraño mucho más de lo que pensé. ¿Querías ver a la señorita Jae Rin, Vivi?
La pequeña de hebras onduladas asintió, sus trenzas fluyendo en los aires por un efímero segundo ante un salto emocionado que dió.
—¡Mhm! ¡La extrañé mucho!