Con el tiempo aprendes que el que se va no regresa, que el querer no es siempre poder. Ves que las promesas no siempre se cumplen y que los sentimientos son tan cambiables como los colores del cielo a lo largo del día. Te enseñan que no siempre puedes tener lo que deseas, aunque mueras de dolor al no tenerlo. A fuerza de golpes comprendes que nadie, absolutamente nadie se quedará para siempre contigo ya que encontrarán una buena razón para dejarte en el punto de partida. Te acostumbras a no decir "hola" por miedo al "adiós" al que conduce de manera inevitable. Que la piedra con la que te caiste y te abriste la cabeza será causa de otras tantas caídas y que, como en la primera, vas a verte obligado a levantarte. Que nadie va a quererte solo porque tu quieras a ese alguien. Que cada ser es libre, que no puedes retenerlos. Al final acabas por aceptar que la única manera de sobrevivir con el corazón intacto es impedir que los demas descubran que tienes uno guardado bajo llave en un grueso caparazón.