Y me pido perdón. Me pido perdón por las veces en las que me sentí inferior a las demás. También por todas las veces que dejé que me pasaran por encima sin hacer nada a cambio. Por las veces en las cuales no dije algunas cosas por miedo al “qué dirán”. Me pido perdón por todas las veces que me maltraté, por aquellas en las cuales decía lo fea que me miraba ese día, o que esa ropa no me quedaba bien. Me pido perdón por las veces en las cuales permití los insultos de los demás hacia mí, y también por haber creído muchos de ellos. Me pido perdón por todas las veces que dejé de creer en mí misma, aquellas en las cuales me di por vencida. Pero más que todo me pido perdón por haber permitido que me rompieran el alma y el corazón tantas veces, y por nunca haberme valorado. Porque después de todo supe que si yo no me valoraba, nadie más lo hará.