Invente esto ni idea
Que descanses.
Dos palabras que amaba y odiaba a la vez.
Dos palabras que escuchaba antes de sentir la más placentera paz o la más dolorosa soledad.
Pero, ¿quién, si no ella, la noche, podría entenderme tan bien?
Ella no juzgab, no hablaba ni hacía nada; solo observaba, sin exigir nada a cambio.
Con la noche siento que puedo ser yo misma, sin que espere nunca nada de mí. Solo mira, y hasta podría atreverme a decir que escucha.
Pero era precisamente eso lo que la volvía peligrosa: su silencio y su soledad. Dos cosas que, juntas, pueden ser letales. Dicen que estar solo por mucho tiempo equivale, para el cerebro, al daño de fumarse una cajetilla de cigarrillos. La primera vez que lo escuché no quise creerlo, pero me bastó un segundo para observarme a mí misma y darme cuenta de que tenía mucha razón.
¿Por qué, si se sentía tan bien y parecía algo tan inofensivo?
¿Por qué lo que se siente bien casi siempre termina siendo malo?
Eso era lo que me pasaba con la noche. Era tan tranquila y bella, ideal para observarla o simplemente escribir algo bajo la extraña y repentina creatividad que me inspiraba ella. Pero no podía. Porque, supuestamente, la noche estaba hecha para dormir..
