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La puerta de la enfermería se abrió suavemente. El aire a medicamentos, alcohol etílico y gasas médicas lo invadió al instante. Le trajo ciertos recuerdos de su trabajo de campo en la universidad, cuando pasaba sus días enteros en un hospital.
El sonido de pasos tranquilos precedió a una figura, rostro sereno y ojos cálidos bajo anteojos finos. Llevaba una libreta pequeña bajo el brazo y en las manos dos termos con café humeante. Hoy no vestía su icónica bata blanca de psiquiatra, sino ropa sencilla, más cómoda.
───── Buenas tardes, Dani. ─── Hace una pausa y sonríe suavemente, una sonrisa dulce, mientras se acerca lentamente al escritorio del enfermero. Con cuidado, deja uno de los termos sobre la mesa, mientras el otro permanece en su mano. El vapor escapando por la tapa.
Sus ojos lo miran con la misma calma con la que uno contempla la lluvia desde una ventana.
───── No te vi en el almuerzo y creí que necesitarías un café. Le puse canela.
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