💌 𝐄𝐦𝐨𝐭𝐢𝐨𝐧𝐬 💌

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            ‧͙⁺˚* Habían dos factores que mantenían a Gracie descansando profundamente; el primero era la mera presencia de la mayor ocupando su lado, abrazándola y protegiéndola de todo lo que pudiera llegar a herirla. Lo segundo, la calidez de las emociones tanto ajenas como propias en el aire, eran igual al fuego de una hoguera cuidando a una persona del crudo invierno. 
            
            Fue por eso que el notar un cambio tan abrupto en lo que Myra sentía consiguió hacerla entrar en alerta, despertando a los pocos segundos desorientada y con un peso en el pecho y un nudo en la garganta, buscando entre la oscuridad a la dueña de aquellas emociones. 
            
            — ¿Myra...? ¿Estás despierta, cielito? — Su voz adoptó un tono gentil, en caso de que la contraria tuviera una pesadilla y fuera esa la razón por la que estaba tan agitada. Ajustó todo lo que se le fue posible su visión, divisando la silueta de la más grande, a lo que sus palmas pasaron a encontrarse acunando las mejillas de la albina, acariciándola con su pulgar. 
            
            — Sé que estás despierta, te quedaste tensa cuando hablé, ¿qué ocurre My-My? — No era partidaria de influir en las emociones de los demás a menos que se le fuera ordenado, y su mente debatía sobre si dejar a la mayor desahogarse, lo cual sería lo sano, o transmitirle algo de calma de forma disimulada. Prefería esperar una respuesta para tomar su decisión. 

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            ⇢˚⋆ Si bien se asustó en un primer momento por el contacto, trató de mantener la calma y no reaccionar demasiado. No quería tener que responder a posibles preguntas incómodas por parte de la otra mujer, pese a ser consciente que ninguna sería con mala intención.
            
            Tuvo que llevarse el dorso de una de sus propias manos a la boca, mordiendo este y evitando soltar una carcajada por la ternura que le daba la menor. Aún no podía creer cómo era tan afortunada por pasar tiempo con su persona, puesto que la portante de cuernos no se consideraba así.
            
            Suspiró con calma, procurando centrarse tanto en las emociones recibidas, como en procurar no tocarla más de lo propio. Quería aprovechar y besarla, moría por hacerlo, pero era consciente que eso estaría mal, mucho más sin consentimiento.
            
            — Mi Gracie. — En el fondo dolía. Nunca le había pertenecido, y temía que esa nunca fuese la realidad. Ya le apartaron de su lado una vez, nada le garantizaba que no volvería a ocurrir.
            
            Mordió su labio inferior con fuerza, hasta el punto de hacerlo casi sangrar. Notaba sus ojos aguarse, llenándose de lágrimas en pocos segundos.
            Tenía el corazón en un puño, habían veces en que las emociones le superaban, y eso era una realidad que asustaba.

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            ‧͙⁺˚* Aunque su mente se encontrara lejos de estar despierta, su cuerpo no dejaba de moverse por cuenta propia en respuesta al contacto recibido, como si ya se encontrara acostumbrado a buscar más y más del calor de la contraria. 
            
            Podría reconocer su presencia incluso si fuera ciega y sorda, incluso en sueños o en otra vida, Myra era inconfundible para la peliverde. Su anatomía se acurrucó en el abrazo, balbuceando su nombre entre sueños cuando consiguió oírla a la lejanía. El estómago le dio un vuelco cuando las emociones empezaron a invadirle, susurrándole gentilmente que estaba a salvo allí. 
            
            — My-My... — Su voz aumentó con levedad su intensidad, pero sin perder la dulzura con la que siempre pronunciaba aquel apodo, destilando el amor que le tenía. Se removió en el abrazo, exteniendo sus palmas hasta impactar con los hombros impropios, y siguieron su recorrido hasta la nuca de la albina para entrelazarse en sus cabellos sin tirar de ellos, depositando caricias en el cuero cabelludo de Myra.

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            ‧͙⁺˚* Como si de una brisa se tratase, los sentimientos pertenecientes a la albina le recorrieron el cuerpo con gentileza, acabando su recorrido en la zona de su pecho, acelerando la velocidad en la que su corazón funcionaba. Si había algo, y probablemente lo único, que adoraba de sus habilidades, era saber qué ocasionaba su presencia al resto de la gente, poder estar segura de sus pasos porque los sentimientos del resto era aquello que más claro tenía en su vida. 
            
            Sintió las lágrimas acumularse en sus ojos, percibiendo el calor del amor que Myra sentía por ella, era algo que no dejaba de afectarle y sensibilizarle. Para su fortuna, si algo le habían enseñado era a disimular todo lo que pudiera sentir. 
            — Lo he visto, aunque es una linda forma de dejar tu marca aquí, cuando los años pasen verás esas marcas y sabrás que son tu huella en éste hogar.— Devolvió su mirada sin dudar ni un segundo, acunando la mejilla izquierda de su amiga con su palma diestra, suavemente, sin desear causarle el más mínimo dolor, incluso aunque eso fuera imposible. 

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            ⇢˚⋆ Su corazón latía con suma rapidez en propia respuesta de unos sentimientos que no se esforzaba demasiado en ocultar. Por mucho que los años hubieran pasado para ambas, Myra seguía considerándola aquella niña pequeña que un día tuvo la suerte de conocer, aunque el destino las separase.
            
            Cerró los ojos por segundos, disfrutando de cada caricia, aunque le resultasen insuficientes dado la posición en la que estaban.
            — Hmn, eso es verdad. Yo tengo el marco de la puerta destrozado por mis cuernos. — Al volverlos a abrir, observó cada una de sus facciones, adoptando una mirada embobada que sólo parecía tener ojos para ella

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            ‧͙⁺˚*─── Ahuyentar a agresores era trabajo sencillo, no creo que sea algo que me haga fuerte, pero aprecio mucho el halago.— Repartió suaves caricias sobre la piel de Myra, apegando sus mejillas entre pequeñas risas, tal como solía hacerlo cuando eran pequeñas. El contacto era algo que jamás había faltado a lo largo de toda su relación con la más alta. 
            
            Sus orbes dieron un giro al oír aquella pregunta, negando y riendo por la broma inocente de su amiga. Es verdad que desde aquella perspectiva las cosas se veían distintas, era más fácil espiar las lecturas de Ling que se encontraba en el sofá, o ver hacia el exterior del recinto donde Lawson recibía y hablaba con el repartidor. De tener la altura de Myra, la peliverde se la pasaría analizando a todos constantemente. 
            — He de admitir que tienes mejor rango de visión desde aquí, aunque los objetos que cuelgan del techo pueden ser un problema.