Este definitivamente no es un poema de autoayuda.
Hoy la vi por tres segundos y es que ella jamás a aprendido a quedarse pero me basto. Enserio sigue intacta y pude recordar porque la quise tanto.
Lleva tatuada en las venas aquella canción que dice: volverás a reírte deberás si te quedas conmigo. Y cumple al pie de la letra incluso si la lluvia viene a hacerle compañía. Pero no le gusta el frío y aunque resistas te deja sin paraguas en la lluvia, entonces es imposible que te vuelvas a reír.
Esa puta manía suya de alejar sin darse cuenta todo aquello que le importa, la lleva al puente y la tira y no sabe a quien culpar.
Era mitad miedo y mitad curiosidad, era mitad no hoy no me peino, es domingo de suicidio y solo las edecanes, las modelos y las pitas se ponen presentables para su funeral. Era mitad muchas cosas pero tenía una completa y esa nunca le fallaba, la nostalgia.
Cargaba sobre su espalda el peso de los poemas con los que lloraba siempre pero que no le dedicaron. A diario escribía una carta sin poner destinatario porque estaba averiguando la dirección del vacía y luego la hacía cenizas, fuego, sobras, basura.
Colillas de cigarro bajo la regadera, botellas de cerveza rotas contra la ventana, pastillas en el suelo, arcadas dentro del sueño, 50 kilos menos que parecían ser 80 cada vez que se paraba de puntas frente al espejo.
A mí siempre me encantaron sus arranques de locura, desde bailar descalza hasta azotar la puerta y tirar las persianas y golpear las paredes solo porque interrumpieron en su canción favorita.