
zipzapzi
ㅤㅤVaya sorpresa se llevó al descubrir que los chicos poseían aún más energía de la que había anticipado, o quizá se trataba de su entusiasmo por enfrentarse a una versión alterna de su amigo. La verdad es que desconocía cuál había sido el verdadero motor que los impulsó a llegar a su hogar tan temprano y -prácticamente sin darle opción a negarse- exigirle que se enfrentara en combate con ellos. Prefería no rememorar aquel momento exacto en el que, mientras preparaba con esmero el desayuno para su amado, el sonido de la puerta irrumpió en la tranquila mañana. No había tenido siquiera oportunidad de pronunciar palabra o de acercarse a abrirla, cuando su hogar fue invadido por un torbellino de voces, risas y pasos apresurados. Varios de los chicos entraron con la efusividad de un vendaval, iluminando la estancia con la emoción y expectativa que claramente los dominaba. Por fortuna, había optado por vestir un short que le ofrecía algo más de recato en ese nuevo mundo; de no haberlo hecho, seguramente habrían presenciado un espectáculo algo incómodo para ella ... y quizás divertido para ellos. Con mucho esfuerzo y paciencia, logró mantenerlos a raya, evitando que causaran algún desastre en su impetuosa entrada. Finalizó el desayuno del azabache con la calma que pudo rescatar del caos, y se apresuró a cambiarse a una ropa más cómoda y adecuada para el combate que tendría con los chicos quienes la esperaban ansiosos. Con voz serena pero firme, le informó a su pareja que saldría con el grupo y que él podía alcanzarlos cuando hubiera terminado de desayunar y cumplir con su rutina matutina. No fue una despedida alegre; lo había hecho con algo de fastidio, deseando con todas sus fuerzas poder haber disfrutado unos minutos más entre las sábanas, abrazada al chico de ojos bicolor, como lo hacían cada mañana que compartían. Pero aquella horda impaciente no le permitió siquiera contemplar esa posibilidad.

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Algunas lucían frescas, otras ya comenzaban a secarse. Negó con la cabeza, como si intentara minimizar la importancia de esas marcas en su piel curtida. El sonido repentino de una risa estruendosa la hizo girar el rostro. Provenía del chico que llevaba una sudadera amarilla, quien reía a carcajadas mientras conversaba con los demás sobre cómo habían sido derrotados. Esa risa era inconfundible, logrando captar como era Soarinng el que estaba hablando, quien entre carcajadas relataba con lujo de detalle la táctica de “rodada” que sus compañeros habían intentado aplicar. En un acto reflejo y desesperado, los otros se lanzaron sobre él, cubriéndole la boca de inmediato, intentando silenciarlo para que no revelara más de aquel plan fallido que sólo los condujo al ridículo. No era necesario que dijeran mucho más: el bochorno era evidente. A ella, después de todo, apenas le bastaron unos segundos para liberarse de aquellos intentos torpes de someterla. Retomó la atención en Natalan, ahora más interesada en su expresión. Se acercó un poco más a él, aprovechando que los demás se hallaban totalmente distraídos rememorando sus derrotas. Sus pasos fueron lentos pero firmes, y al llegar frente a él, elevó la mano con suavidad para rozar con las yemas de los dedos su pómulo. ──ㅤ¿Qué tal estuvo tu mañana, cariño? ㅤ──preguntó con voz serena──ㅤ Lamento haberte dejado solo y tan de improviso ... pero esos webones literalmente me arrastraron fuera de la casa hasta aquíㅤ ──explicó con cierto tono de resignación, aunque sin perder la calidez. Y sí, era cierto que poseía una gran fuerza física, pero cuando cuatro tipos la jalaban con determinación, poco o nada podía hacer al respecto. Incluso si se hubiera negado, no la habrían dejado en paz, y su pareja habría terminado lidiando con una mañana muchísimo más agitada de lo necesario.
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quienes por alguna razón creyeron que actuar como si fueran animales salvajes les otorgaría una ventaja. Se lanzaron sobre ella sin contemplaciones, intentando derribarla por la fuerza como si eso les asegurara el triunfo. Nada más lejos de la realidad. Aquellas estrategias improvisadas solo los condujeron a un fracaso rotundo. Soltó otro suspiro, esta vez un poco más profundo. Había sido una jornada bastante intensa, considerando que enfrentó a cuatro contrincantes consecutivos, con apenas un breve intermedio para recuperar el aliento. Aun así, su resistencia se mantenía intacta, sólida, casi inquebrantable, a pesar de los años que llevaba sin tener combates de verdadera exigencia. Volvió a mirarlo directamente a los ojos, dibujando una expresión casi traviesa──ㅤTe sorprendería saber que estoy en el mismo estado que esos webones, incluso después de pelear contra todos sin pausa ... y sin una sola poción ㅤ──dijo con orgullo, sintiéndose satisfecha de haber esquivado con habilidad la mayoría de los ataques, conservando su cuerpo prácticamente ileso, con apenas algunos rasguños menores y moretones como únicos testigos del esfuerzo físico que había desplegado. ──ㅤ De cualquier forma, Aquino trajo algunas pociones de curación. Probablemente usaré una de ellas para sanar estas heridas ㅤ──comentó con voz apacible, mientras alzaba ligeramente el pulgar en dirección al joven castaño, que se hallaba sentado cerca del área de combate. A su alrededor, reposaban varias botellitas de cristal que resplandecían con un rojo intenso, ese tono tan característico de los brebajes restaurativos. Luego bajó la mirada hacia sus propios brazos. A simple vista, predominaban los hematomas, aunque también había algunas heridas abiertas, cortes superficiales que seguramente habían sido causados por las armas de sus oponentes.
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ㅤㅤPudo notar cómo los demás chicos comenzaban a aproximarse al grupo que, en aquel instante, se encontraba fastidiando a Soarinng. Afortunadamente, parecían haber comprendido que era oportuno brindarles un poco de intimidad, alejándose lo suficiente para no interrumpir. Poco después fue Mictia quien se acercó también al grupo, agradeciendo en silencio que los dejaran compartir ese instante a solas. Su presencia, además, servía como distracción para aquellos jóvenes que, de verlos demasiado juntos, habrían sido los primeros en hacer escándalo, como si cada mirada ajena fuera motivo para prender las sirenas del chisme. Con calma, colocó ambas manos sobre sus propias caderas, girando ligeramente el torso para dirigir la vista hacia Soarinng, que aún se encontraba siendo blanco de las bromas del resto tras haber perdido en combate contra ella. ──ㅤ Le gané catorce peleas, él se quedó con seis ... No está nada mal, he de admitirlo, solo debe mejorar algunas cosas. De cualquier forma, me ganó más combates que Locochon, por lo menos ㅤ──comentó entre risas, una carcajada suave y divertida que denotaba lo mucho que había disfrutado de aquellos duelos──ㅤ Aunque esta fue la revancha. No quería aceptar que lo vencí en los primeros enfrentamientos, así que básicamente me insistió en combatir de nuevo ㅤ──explicó, soltando un suspiro leve y relajado──ㅤ Estailus también cayó, aunque esta vez logró resistir un poco más que en la ocasión anterior ... Al menos lo intentó. Y Kendo, bueno, poco le faltó para acabar como Locochon ㅤ──añadió con tono irónico, dejando que una sonrisa burlona se dibujara en su rostro. Por supuesto, omitió adrede mencionar las veces que terminó siendo emboscada contra el suelo por ese trío enloquecido —Loco, Kendo y Estailus—,
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