Desde que aquel joven ave tan apreciado por él le relató su historia de vida, enfatizando con notable admiración sobre su madre y lo asombrosa que era, el pelirrojo se había sentido intrigado por verla personalmente, aunque muy intimidado a la vez. Muy profundo dentro de su ser, su corazón se estrujaba cual papel cada vez que los pensamientos de su mente se desviaban hacia la temible posibilidad de no ser del agrado de la señora. ¡Porque en verdad quería su aprobación!
Releyendo la dirección que le fue otorgaba por Elian, miró hacia la morada que se encontraba a unos pasos de distancia de donde se encontraba, andando para finalmente pisar las celdas del suelo que guiaba a ese hogar. Inhalando y exhalando con nerviosismo mientras repasaba su cordial saludo en la idealizada imaginación que poseía, un exceso de positivismo presente con el único fin de opacar la abrumadora ansiedad que sentía de solamente estar ahí afuera, frente a la puerta.
Tras segundos de receso para calmar sus vientos mentales, y con un presente en manos, sus nudillos chocaron con gentileza la madera de la puerta principal, produciendo un sonido agradable pero firme, anunciando su llegada.