Pienso en el suave tacto de sus labios, que aunque no pude probar, imaginaba sin parar. Pienso en su mirada, tan apagada, bailando triste y desolada bajo la luz artificial de miles de focos sobre su cálida piel.
Que insolente es este sentimiento, que aparece sin piedad, dándome largas noches en las que abrumada, escucho su voz diciendo adiós. Mi mayor temor finalmente llegó, es hora de dejar la tentación. Jugué con fuego y termine en cenizas, buscando consuelo en almas abandonadas que no resisten la lujuria de un pobre e ingrato corazón.