De la nada, tus historias, que antes vibraban con comentarios y vistas, se apagan como una llama que se extingue.
Recuerdas el entusiasmo de cada publicación, la esperanza de conectar con alguien, de dejar huella.
Pero ahora, la pantalla en blanco se convierte en un espejo que refleja tu propia insignificancia.
Te preguntas qué cambió. ¿Fue el contenido? ¿Fuiste tú? La idea de ser relevante en el mundo del entretenimiento se desdibuja y cada día que pasa, sientes que te resinas a ser solo otra voz ahogada en el ruido.
La pasión se transforma en un eco distante y el sueño de impactar se convierte en un susurro que se pierde.
La soledad pesa, el silencio grita.
Mirar atrás es un recordatorio doloroso de lo que alguna vez fue, ahora, te sientes atrapado en un ciclo de mediocridad, resignado a ser solo alguien más del montón.
Cada notificación ignorada, cada risa que no llega, es un puñal que se clava un poco más hondo.
Y en ese instante, te das cuenta de que lo que más duele no es la falta de reconocimiento, sino el miedo de haber dejado de ser relevante incluso para ti mismo.