Cariño, no hay mejor hora para escribir que a la una de la mañana. Cariño, no te voy a dedicar una indirecta asquerosa, ni te voy a escribir un libro lleno de melancolía. Solo pensaba agradecerte porque me acordé de ti. Gracias por mostrarme como no debo de ser amada, que no soy una mitad buscando a su otra parte, que no soy una soñadora sino una emprendedora. Gracias por tomarme de la mano como si cualquiera lo hubiese hecho, así todos dejarán de ser como tú. Cariño, gracias por dejarme abandonada bajo el aura de la luna y así poder encontrarme en el propio reflejo de mis lágrimas. Gracias por hacerme llorar. Gracias por hacerme gritar. Gritar. Llorar. Amar. Gritar. Llorar. Llorar. Llorar.
No es nada relevante.