Todos los días observo el techo,
abrumándome fuertemente por la marea de pensamientos que trae ese preciso momento.
Es caótica la manera en la que mis sentimientos no encontré, que al buscarlos, más confundido me quedé.
Sigo escribiendo en mi habitación, por la que el diablo abrió la puerta y de rodillas me pidió mi corazón.
Mis oraciones son extrañas, ya no te tengo de inspiración, y lo único que me queda, es la esperanza de poder escribir un buen párrafo.