@jagonvald
Arazas afinó el oído. No se escuchaba nada anormal. El sonido de las hojas de los arboles movidas por la brisa del norte, el chirrido de aquella señal del cruce con la calle perpendicular que quedaba a 100 pasos a la derecha de la puerta de entrada, y la portezuela del buzón de la casa número 11 que se abría y cerraba al antojo del viento que soplase.
Tratar de sobrevivir. Conseguir a su gente. Regresar a lo que un día había sido su tierra. La fiel compañía de un amigo incondicional y el aprendizaje de lo que verdaderamente cuenta. Acción y suspenso cargados de reflexiones profundas en un viaje exterior e interior en tiempos post-apocalípticos.
LOS NUEVOS DIAS.
El sol caía en un velo carmesí que bañaba de sangre el lago Izabal. Un grito desesperado llegó desde la pradera norte que circundaba al fortín.
-Abran el fortín, ábranlo. Soy Riogrande. Ábranlo rápido.-La voz de Riogrande era suplicante, casi lastimosa.-
Méndez sintió miedo. Sintió que la sangre se le helaba como un frozen fresa. Sentía los grumos atrancándose en sus venas. El corazón se le aceleró arrítmicamente, y solo una idea le invadió el pensamiento.
-Gascón!!!!
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El guardián de la fe.
Aragón S XII. Un manuscrito y la herencia de Jesucristo se esconden entre los sillares de un monasterio románico aragonés de las manos de monjes guerreros y caballeros al servicio del emergente Reino de Aragón.
Una periodista famosa de la ciudad de Seattle busca sus raíces y parecen perderse en el tiempo hasta incluso antes de los primeros viajes a las américas.
Un trotamundos cansado del sinsentido de su vida decide regresar a casa.
Quizás el destino logre que todos ellos se encuentren.
EL GUARDIAN DE LA FE
Jack d´Ossau contempló aquel paisaje sobrecogedor girando poco a poco sobre su posición. El río Ara bajaba cristalino y jugaba con los cantos rodados de su lecho que arremolinaba el agua a su antojo como si de rizados cabellos se tratase. El viento fresco soplaba y una pradera se abría luminosa para después cerrarse en una profunda garganta que el río había horadado.
- Va a ser difícil para los caballos. Vamos a darles unas horas mas de reposo. No quiero pasar la noche aquí, pero tampoco quiero salir muy pronto. Las monturas están fatigadas.
Rodrigo Subordán lo miró a los ojos y le sonrió.
-Bienvenido a Aragón Aquitano. Protégete de su viento y disfruta de sus carnes y paisajes.
La sonrisa socarrona del caballero que acompañaba al galo hizo que Jack diese un manotazo al aire con desdén.
Hola, buenas tardes. ¿Cómo va todo?
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Otro de los caballero, Rodrigo, dejó reposar delicadamente el zurrón del que nunca se separaba. Lo abrió con sumo cuidado, parecía incluso que con respeto. Examinó su contenido desenredando una maraña de trapos que lo envolvían y protegían cuidadosamente de los golpes. Sonrió al comprobar su perfecto estado. Miró a Ramiro, su amigo y superior, y asintió con la cabeza cerrando la comunicación con una sonrisa
Otro de los caballero, Rodrigo, dejó reposar delicadamente el zurrón del que nunca se separaba. Lo abrió con sumo cuidado, parecía incluso que con respeto. Examinó su contenido desenredando una maraña de trapos que lo envolvían y protegían cuidadosamente de los golpes. Sonrió al comprobar su perfecto estado. Miró a Ramiro, su amigo y superior, y asintió con la cabeza cerrando la comunicación con una sonrisa.
La nieve racheada por la ventisca les golpeaba en el rostro, como si miles de vidrios hubiesen estallado desde algún lugar de las alturas de aquellas cimas heladas. No se oía ni un solo ruido que no fuese el del cruel viento. Las cabalgaduras bajaban sus testas para evitar que toda aquella furia impactase en sus ojos. Relinchaban, heladas y exhaustas en suplica resignada a sus amos que se protegían con sus capuchas de el inhóspito invierno aragonés.