Una flecha, una daga, un puñal, una nueva oportunidad para resurgir de las cenizas... Después de un mal día, esas eran las sensaciones que habitaban en mi alma; sentía que mi espalda venía cargada de flechas. Cabizbaja, comencé a caminar hacia lo que debía ser mi resurrección, reflexionando sobre los errores que había cometido y cómo resolverlos.

Después de un largo recorrido, alcé la vista y pude ver con claridad las flechas que reposaban en las espaldas de las personas que me rodeaban: las diferentes tonalidades y los diseños de cada una. Observé que algunas habían intentado ser arrancadas sin éxito. Al mirarlas, podía percibir el dolor de las personas, pero cuando me detenía a observar sus rostros, mostraban todo lo contrario: fuerza y determinación para salir adelante, aunque esos problemas parecieran más grandes que cualquier cosa.

Comprendí que, aunque la vida se vuelva más difícil y, por más flechas que cargue, siempre hay una oportunidad para resurgir de las cenizas y comenzar un nuevo día.