Recuerdo que cada vez nos enfadábamos más, y nos reconciliábamos menos, que todo dejó de ser nuevo, que los gritos poco a poco fueron ganando terreno, que ya ninguno de los dos decía nunca "te quiero". Qué pasábamos días sin vernos, que incluso follábamos sin besos. Y que solo poníamos empeño en hacernos daño.
Que a veces te llamaba en número oculto para escuchar tu "¿Si?".
Una tarde quedamos para hablarlo, para enterrar algo que llevaba tiempo muerto, no entendí lo que pasaba hasta que salió de tu boca. Me sentí como el día en que mamá me explicó que ya nunca más volveríamos a ver a la abuela, solo que esta vez lo entendía.
Lloré porque tenía muchas cosas que decir y no me salian. Ese fue mi primer abrazo de despedida.