¿Recuerdas aquél pájaro que cantaba felizmente? Sí, aquel... ¿no te acuerdas?

Claro que lo recuerdas, estábamos tú y yo, jugando en el parque, teníamos... aquella edad en la que casi no se sabe nada y piensas que toda tu vida será feliz y maravillosa, sí.

Pues, recuerdo aquel canto de pájaro, y tú también.

Aquel pájaro era feliz ¿sabes? Como nosotros en aquellos tiempos. Era precioso, con aquel colorido plumaje que brillaba bajo la luz del sol y la luna.

Recuerdo que tú y yo jugábamos mucho juntos, nos quedábamos a dormir el uno a la casa del otro, y nos lo pasábamos muy bien, que tiempos... Nuestras almas también brillaban en aquel entonces.


Pero ahora... no oigo nada... ¿por qué no canta el precioso pajarito? Se ha hecho mayor, ya no brilla, y sus colores parecen un poco apagados... parece triste, póbrecito. Ya no sale de lo que ahora parece ser su hogar, pero no es que no quiera, estoy segura, de que si pudiera... lo haría. Saldría de ahí y no volvería jamás. Saldría y se iría a cantar felizmente en aquel árbol de hojas verdes, pensando en que tiene una vida maravillosa.

Pero no puede, ahí está... No, no te das cuenta, no me estás entendiendo. Él no está en una jaula, estúpido... No es de esos pajaritos. Pobres, los que están encarcelados y no son conscientes de ello, me dan pena. Pero este me da más pena. Tal vez sea porque es nuestro pájaro.

El fanal es precioso, no voy a mentir. Esos diminutos y preciosos cuerpos disecados, de verdad, me encantan. Pero si te fijas, ahí estamos nosotros ¿lo ves...? ¿Cómo que no? Míralo, justo ahí. Es ese pájaro. Aquel que una vez fue pequeño, fue feliz, y pensaba que toda su vida seguiría siendo igual de maravillosa.

Seguro que ahora que lo has visto te acuerdas mejor de él ¿a que sí? Pero... ¿que te pasa? No llores. Tranquilo. Está muerto, ya no sufre. Algún día, tú y yo seremos como ese pajarito. Deja de llorar. ¿Quieres ir al parque? Escucharemos preciosos cantos y veremos niños jugando. ¿Te apetece? Vamos, toma un pañuelo.