⎯⎯ ⠀Su madre, aquella mujer que tanto amor le había dado por aproximadamente cinco años, había conocido la muerte después de caer de un edificio en construcción que ella estaba orquestando. Nadie sabe cómo sucedió, simplemente, la familia Hamilton estaba enfrentando la peor de sus facetas: la señora Edeline Hamilton, había fallecido. La pequeña Ariel, desecha por la noticia de que su madre ya no estaría para ella y con ella el resto de la vida, buscó refugio en su querido padre, pero aquel hombre, estaba tan desecho, no tenía fuerzas para ver a su hija, pues le recordaba exactamente a la mujer que acababa de perder. Pero el gran ingeniero, Benedict Hamilton, no podía perder la cabeza y dejar que los sentimientos invadan su vida. Y para no descuidar su trabajo, su nivel de vida, decidió darle prioridad a aquello, sin darse cuenta de que descuidaba lo más importante: su hija Ariel.
Ariel fue creciendo, asistiendo a los colegios más reconocidos. No fue una niña de muchas amistades, pues con el tiempo se volvió callada y tímida con las personas; únicamente, tenía dos amigos, a quiénes adora con todo su corazón. Sus pequeños amigos desde los cinco años, con quiénes después tendría la dicha de seguir compartiendo experiencias. A los doce años, un nuevo cambio llegó a su vida; su padre, como cada vez al año, tuvo una conversación con su hija, pero no fue para nada más y nada menos que comunicarle que iría a estudiar al East Highland School, dónde le aseguraba, tendría una vida mejor. Y abandonandola una vez más, Hamilton descubriría pasiones y talentos que quizá, ni ella misma tenía en mente cuando vivía en Londres. Se enfocó en la natación, que se volvió un lugar donde podía sentirse libre y desestresarse, desempeñándose muy bien en este deporte. También, entraría al club de lectura, dónde su pasión por la literatura es también su gran momento de despeje y concentración.