johannes_gomez1993

Vivimos tiempos rápidos.
          	Las narrativas son cortas, todo tiene que enganchar de inmediato, y cada escena compite por nuestra atención.
          	En medio de esa prisa, hemos perdido espacio para las sutilezas:
          	las miradas que dicen más que un diálogo,
          	los silencios que construyen tensión,
          	los pequeños gestos que revelan cariño antes que las palabras.

johannes_gomez1993

Vivimos tiempos rápidos.
          Las narrativas son cortas, todo tiene que enganchar de inmediato, y cada escena compite por nuestra atención.
          En medio de esa prisa, hemos perdido espacio para las sutilezas:
          las miradas que dicen más que un diálogo,
          los silencios que construyen tensión,
          los pequeños gestos que revelan cariño antes que las palabras.

johannes_gomez1993

Cuando era niño, y mi padre aún vivía con nosotros, me encantaba estar con él. Siempre hacíamos cosas juntos: placas, planos, un dado, cualquier invento que se nos ocurriera. Entre todas las herramientas que me fascinaban estaban los pies de metro, los destornilladores y, sobre todo, los lápices. En especial, el Pentel for Fabric M10 negro.
          
          Me encantaba robárselo, usarlo y, casi siempre, perderlo. A pesar de los retos y las reprimendas, ese lápiz me gustaba: su suavidad, su peso, la forma en que deslizaba sobre el papel.
          
          Obviamente, mi padre ya no está; nos abandonó hace tiempo. Pero siempre me quedan los recuerdos.
          
          Un día, mientras pasaba por la librería de un supermercado buscando pizarras y marcadores, lo vi: aquel mismo lápiz que me llevó directo a mi infancia. El Pentel negro que siempre atesoré. No miento al decir que se me llenaron los ojos de lágrimas, porque aunque el odio hacia esa persona aún vive en mí, una parte de mí recuerda ese lápiz como un recuerdo necesario.

johannes_gomez1993

Puedo escribir los versos más tristes está noche, escribir por ejemplo que esto es un plagio.
          
          Ya que Neruda me robo las palabras, pero es dueño de estas palabras, no lo se. Solo se que si las escribo me acusaran de plagio.
          
          Entonces puedo escribir los versos más tristes está noche sin acusaciones de plagio. Tal vez no, ya que los hombres y mujeres están adueñandose de las palabras.
          
          Neruda, te robaste mis palabras, aunque yo haya nacido después que tú, como haré para escribir los versos más tristes está noche. Pero como dije antes se han adueñado de las palabras y me acusaran de plagio.
          
          Lo peor es ver cómo hoy todos tienen derecho a quedarse con las palabras.. que horrible destino, que horrible mundo estoy viviendo. No puedo decir que me gustas cuando callas por que estás como ausente, Neruda te robaste mis palabras.
          
          Prefiero retirarme antes de que me acusen de plagio, ya que perdería toda la inspiración que pude juntar en mi vida por que hoy no puedo escribir los versos más tristes está noche.

johannes_gomez1993

¿Qué clase de mundo estoy viviendo?
          
          No soy muy viejo ni muy nuevo. Tengo 32 años.
          Y, sin embargo, hoy no me gusta el mundo que me rodea.
          No tengo nada en contra de la humanidad, pero parece que esa humanidad —la de verdad, la que tenía alma— se fue convirtiendo en algo triste, casi irreconocible.
          
          Ya no se puede leer ni escribir sin ofender a alguien.
          Autores antes admirados hoy son acusados de todo, y las palabras parecen tener dueños, como si el lenguaje ya no nos perteneciera.
          
          En la música pasa igual: antes podías escuchar de todo, encontrar sentido en cada nota. Hoy te critican si escuchas “eso” y te destrozan si no escuchas “esto”.
          El arte perdió su libertad, y con ella, su verdad.
          
          El deporte tampoco se salva.
          Antes, si eras de un equipo distinto, la rivalidad quedaba en la cancha.
          Hoy puedes perder la vida por una camiseta.
          Los deportistas se venden al mejor postor, y nosotros, los hinchas, nos quedamos en un segundo plano, mirando cómo la pasión se convierte en negocio.
          
          ¿En qué clase de mundo estoy viviendo, donde te atacan por tu orientación sexual, por cómo eres, por cómo vistes?
          ¿Dónde tus sueños y tus metas se vuelven imposibles, no porque no tengas fuerza, sino porque el mundo parece empeñado en aplastarlas?
          
          ¿Qué clase de mundo estoy viviendo, donde ser humano ya no basta?

johannes_gomez1993

@Juliocarrasco877 Tal vez nunca y solo nos queda adaptarnos.
Reply

Juliocarrasco877

@ johannes_gomez1993  Tenés toda la razón del mundo. Ojalá alguien pudiera responder todas esas interrogantes. 
Reply