SPOILER.
Y entonces, sin pensarlo, gira el volante.
El coche patina.
Una vuelta.
Dos.
La tercera no la acabamos.
Chocamos contra un muro.
El coche de atrás no frena a tiempo.
Nos empuja. Volamos.
Todo se apaga.
Max ladra.
Los cristales se rompen como oraciones sin respuesta.
El fuego llega, lento, rojo.
Y pienso: al menos, Dios cumplió mi deseo.
No nos mató por un precipicio.
Solo por amor y estupidez.