SwagyyxD
Capítulo 1. Una habitación llena de humo. Personas esparcidas entre la azotea, la pista de baile, o tumbados en el piso. Mesas llenas de vasos con bebidas fuera de mi conocimiento, pastillas, pipas y hierba. Música con el volumen máximo. El lugar era un desastre, un desastre del cual podría haberme zafado si no fuera tan orgullosa. ¡Maldita sea! ¿Dónde se había metido? Suspire y coloque los dedos índice y pulgar en la sien tratando de controlar el dolor de cabeza que me torturaba desde que llegue. Sería la última vez que lo acompañaba. Fui subiendo las escaleras con cuidado esquivando los cuerpos, necesitaba un lugar tranquilo para descansar pero solo había cuartos llenos de gente pre y post follado. Asco.
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Preste más atención hacia donde se encontraba ya que capte un movimiento. Si antes consideraba la opción tres retiraba total y absolutamente lo que había dicho, en definitiva no lamentaba haber entrado de lo contrario no hubiera visto al perfecto espécimen que tenía frente a mis ojos. Era alto más o menos un metro noventa, hombros anchos, nariz respingada, labios bien proporcionados y deseables, lastimosamente por la falta de luz no podía ver el color de sus ojos ni cabello. -Y Bien, Sam ¿Cómo entraste aquí?- al oír como pronunciaba mi nombre con repulsión, toda su belleza fue empañada. Estúpido sexy desconocido. -Ya te lo dije extraño, por la puerta- respondí, resaltando la palabra extraño, este tipo ya me comenzaba a molestar, que más le daba como había entrado. Yo solo quería paz. -¿Estaba con seguro?- hice una mueca. Y rodé los ojos. -¿Crees que si estuviera con seguro estaría aquí?, y a todo esto porque te interesa como o porque entre lo hice y ya, no es que fuera importante- - Bueno respondiendo a tu pregunta, quien sabe quizás seas del tipo cleptómana y como tal querías saber lo que había tras la puerta, y la forzaste hasta abrirla, Segundo si es importante porque este lugar está prohibido- dijo serio mirando hacia el horizonte. Me dijo ladrona. Maldito. - Bien aclaremos algo, vi la puerta, la abrí y subí, punto. Esperando encontrar paz, pero lo único que encontré fue a un idiota con ideología vampírica, Segundo si está prohibido debería poner un maldito cartel y cerrarla con seguro estúpido idiota arrogante- no había manera alguna que el tono de mi voz. Había explotado, estaba cansada, y este estúpido lo único que hacía era estresarme. Podía apostar que por unos segundos la sorpresa atravesó su rostro. Pero estaba demasiado molesta y fastidiada como para quedarme a descubrirlo y mucho menos como para seguir escuchándolo. Así que di media vuelta y me fui, cerrando con fuerza la maldita puerta de la discordia.
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-¿Quién eres?- murmuro una voz masculina, haciendo que saltara del susto gire en su dirección. Pero no veía nada más que una sombra. -¿Tú quién eres?- cuestione, no le diría mi nombre a nadie y mucho menos a alguien que se cree Barnabas Collins. -Pregunte primero- rodé los ojos. -Sam - respondí con fastidio. -¿Cómo entraste aquí?- - Por la puerta- ¿demasiado sarcasmo? -Estoy hablando enserio- ahora él quien quiera que sea estaba fastidiado. -También yo- dije con seriedad, hubiera hecho caso a la opción tres y haber ignorado la puerta.
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Cerrando la –literalmente- cuarta puerta, llegue a la conclusión que si quería un lugar para descansar debería irme. Aunque eso significara dejar a mi hermano, el cual solo sabe meterse en problemas. Gire sobre mis talones y seguiría mi camino de vuelta escaleras abajo, pero antes de pisar el escalón algo llamo mi atención. Una puerta. No era la gran cosa pero era la única que no poseía calcomanías de aléjese, carteles de tránsito, ni estaba pintada. Bien, mis opciones eran abrirla y rogarle a dios un poco de suerte para encontrar un lugar de paz, ignorarla o en el peor de los casos encontrar más adolescentes a punto de congeniar genéticamente. Definitivamente iría por la primera. Al abrirla fue gratificante saber que había silencio pero no porque estuviera vacía más bien porque solo había una escalera supongo que era la que se dirigía al ático, bueno era eso o nada. En silencio fui subiendo cada escalón hasta que sentí una pequeña brisa, seguí subiendo hasta que me encontré otra puerta. Tenía que ser una broma que se suponía que era ¿La dimensión desconocida?, con molestia absoluta la abrí pero olvide todo al ver la vista. El cielo lleno de estrellas, la brisa neoyorquina y una notable disminución del sonido. Quería tranquilidad, pues aquí la tenía y en todo su esplendor.
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