Qué es esta tempestad
que no perdona
y anda golpeando
fuerte mis pupilas,
echándome en cara
que los rocíos del cielo
se abren y se perlan
en los consuelos
que las manos del viento
le consignan,
mas yo empobrecida
únicamente puedo,
cogerme a mí misma
y ponerme a danzar
bajo la lluvia veraniega
de mi campo extendido;
de este que si se quema
deja al cielo color negro
como el humo de mi cigarro
y la mugre de mis uñas revolviendo tierra,
o como el rímel de mis ojos
que cae por mis pómulos
sin sentirlo
y me pinta los labios rotos.