La mano de Tord, grande y poderosa, toma la diminuta cintura de su amor, acercándose lentamente a el. Como muestra de afecto, su respiración se vuelve algo húmeda y hace que el menor de los dos tiemble, un poco asustado. Tom, en voz baja, intenta evitar que las cosas vayan demasiado lejos: "A-ah ... Tord ... No deberíamos ..."
El castaño hizo caso omiso y en su lugar le proporcionó varios besos en su piel, haciendo que su amado moreno suspirara a continuación. Sus manos se aferraban firmemente a su sudadera roja, y Tord, con una sonrisa coqueta, decidió alejarse ligeramente antes de pronunciar con su voz Aspera: "chupame el trululu Tom"