Hoy se cumple oficialmente un año desde la primera vez que hablamos, estábamos atrapados en nuestra dinámica de madre e hijo y recuerdo que existía un apodo de mi parte que era muy especial; mi cachorrito.
Siempre serás mi cachorrito, sin importar que me lleves tres cabezas o ya te estés graduando de medicina. El amor que siento hacia ti es totalmente puro, y no miento cuando te digo que eres una de mis personas favoritas en el mundo. Hay tantas cosas que quiero decirte pero desconozco cómo empezar porque hasta se me hace un nudo en la garganta. Gracias por aparecer como un ángel en mi vida. Desde el primer día, tuvimos una química increíble y me encontré tan cómoda contigo, de una forma que incluso no se puede explicar. Podías entender cada babosada que decía, y la respondías manteniendo el mismo ritmo que yo o uno mucho mejor, sacándome carcajadas con facilidad. Y cada vez que pienso en que somos extremadamente parlanchines, nos imagino sentados en una mesa con Valery, ella escuchándonos y con su comida terminada pero nosotros seguiríamos parloteando, y parloteando, y parloteando. (Y ella seguramente nos amenazaría con acabar ya)
Gracias por hacerme reír cada vez que necesitaba distraerme, por jugar conmigo a pesar de que por mí perdíamos en los obbys y por siempre, siempre, siempre defenderme como nadie. Y eres maravilloso, nadie está más lleno de amor y luz que tú. Siempre encontrando el camino pese a la oscuridad de las situaciones, viendo el lado positivo de todas las cosas y asegurando que, no importa qué nos toque mañana, estaremos bien mientras nos acompañemos.
