Lo siento en cada parte de mí ser, pero es todo tan distinto. Nada es como antes. Aunque la conexión sigue tan viva como nunca, ambos somos distintos en cierta forma.
Yo crecí, aprendí de mis errores y aciertos. Comprendí que debía poner límites para aprender a amar sin que ello me lleve a repetir una y mil veces el mismo ciclo tóxico.
Y él... Él sigue igual que siempre, pero algo más maduro, menos impulsivo.
¿Es tarde? No lo sé, pero quiero intentarlo una vez más. Quiero abrazarlo, aunque mí corazón ya no se acelere al sentirlo cerca.
Mí cuerpo no lo pide a gritos, ni mí mente. Pero quiero estar ahí. Y si es lo único que haga... entonces, valdrá la pena.