──Miró sus ojos, y mierda, supo en ese momento, que estaba perdido, porque ninguna otra mirada le habría parecido tan estúpidamente hermosa, tan divinamente adictiva cómo lo era la suya. Por instinto, y lo que brotó de él, fué llevar su izquierda, directo a su mejilla, y entonces con su pulgar, la acarició, con tanta debilidad que lucía cómo si temiera a romperla, a causarle un daño. Con suma suavidad, corrió un rebelde mechón de su cabello, acomodandolo detrás de su oreja con tanto cuidado que fueron las puntas de sus dedos los que simplemente rozaron el lóbulo de la antes mencionada. ¿Cómo podía estar ahí, existiendo, sólo recostada, y lucir tan malditamente bonita? Se llenó de preguntas cómo esas, mientras el pecho le subía y bajaba con tranquilidad, su respiración iba de lo más bien, eso demostraba la paz que aquélla le transmitía, pero su corazón, estaba hecho un caos, sólo esperaba que ella no lo notara. Hizo caso omiso a la revolución de emociones dentro suyo, y simplemente, luego de repasar por última vez a su compañía, cerró sus ojos, no siendo capaz de dormir de inmediato, ya que incluso, su mano seguía lo suficientemente despierta para abandonar la mejilla de la ajena para ir directo a su cintura una vez más, a la que no podía parar de regalar suaves caricias, a veces en movimientos circulares. Pero sabía que, en cualquier momento, no estaría consciente, y el saber que sería al lado y con el tacto de esa chica, lo hacía sentir eufórico──
