Una bonita tarde de Septiembre me cansé de ser musa y decidí empezar a disparar palabras. Dónde pongo el corazón pongo la bala.

Ahora tengo que conformarme con escribirme a mi misma. O escribir para mi. Que no es lo mismo; pero casi. 

Me llamo como la que no está, como la que se fue. Me llamo como aquella a la que amaban y esperarían hasta el matrimonio. Como la hija de puta que le rompió el corazón a Ernesto Pérez Vallejo. Pero no te atrevas a mencionarlo; podría odiarte.

Ni historias a medias ni petas compartidos.

Nací hace 19 veranos. Medio metro. Rubia, que no tonta; pero cabrona un rato largo (pero de los buenos). 

Malhablada, quisquillosa, orgullosa, algo romántica y jodidamente adorable. Sexy como un pato y cantautora en la ducha.

Espero no perder demasiados autobuses, prohibirme noches de esas que no pueda recordar, y camas sin estar vacías. Me prohíbo enamorarme, pero no el amor; pero no las cicatrices.

214 libros cerrados y 37 heridas abiertas. Puntos (de sutura) y comas (etílicos). 

Y esto no es nada con lo que me queda por descubrir(me).