Sunday es la calma antes de la tormenta. Por más tiernas que sean sus palabras, por más gentiles que sean sus manos— Su presencia es únicamente significado de que la muerte aguarda paciente la llegada de quién sea su acompañante. Un susurro de futuras revelaciones escondidas entre las prístinas rejas del paraíso prometido.
A pesar de su naturaleza cómo ser divino, creado con el propósito de observar y guíar a las ovejas cuyo camino llegará a su final, no puede evitar sentir que algo dentro de su cuerpo— algún pedazo de radiante luz dentro de su composición — se quiebra y desvanece con cada último respiro que captan sus oídos, cada confesión dada en esperanzas de alcanzar la salvación eterna, incluso si su lugar en el juicio divino a los mortales no es más que una simple espectadora.
Por supuesto, es natural. Cómo el ave que navega libre a través de los cielos, Sunday no puede hacer más que ver a todos sus protegidos soltar de su mano— Es su propósito. Así cómo ella fue creada y concebida con un objetivo en mente, sabe bien que todos aquellos mortales adorados por la divinidad que rige sus movimientos también tienen el suyo propio.
Y es que a pesar de esto, duele.
Duele, quema, arde y araña a lo más recóndito de su ser— “Yo no soy ningún dios para poseer una palabra ante el destino de esas personas”, se murmura a sí misma para de algún modo consolarse del hecho que sus alas no podrán siempre arroparse para proteger a los más débiles, no podrá hacer más que hacer lo que necesita hacer y permitir que el destino o Dios controle las riendas de lo que suceda después.
Por lo que se mantiene ahí.
Con un corazón dolido, uno que cae y se levanta con las rodillas sangrantes— Que traza y explora el mismo camino eternamente incluso si conoce el final de la misma manera en que conoce las enseñanzas de su dios, “esté es mi propósito, y he de cumplir con la tarea que nuestro dios me ha dado”.
