En algún lugar remoto de Estonia.
Entre montañas tan altas, minas tan profundas, y ríos tan extensos, que ni siquiera el gobierno reconoce ésta zona.
No aparece en ningún mapa, ni oficial ni de la comunidad. Esto significa una cosa: están totalmente aislados.
Allá donde la noche brilla y reflecta en las armas de los soldados.
Viven tribus perdidas en el tiempo, en alguna especie de edad media paralela.
Pueblos enteros que jamás han sentido siquiera el contacto más ínfimo con nada que este más allá de los montes.
Los santos y líderes locales avisan de terribles criaturas, "hombres lobo". Avisan que la gente comienza a rascarse, dejan de poder escribir, y comienzan a aullar del dolor. Los hombres de fe diagnostican que esas personas han sido malditas por un mal superior que azotará, y convertirá a hombres y mujeres por igual en terribles criaturas comepersonas.
Es así que, entre todos los pueblos, cada quién posee una milia propia.
El problema acá es que no son todos amigos.
El problema es que creen que los demás pueblos están infectados.
Y durante la noche, se pueden oír a los caballeros acompañados de sacerdotes. Que marchan entre sombras y tinieblas, armados para enfrentarse a criaturas inmortales, o para matar a la gente que se convertirá en las criaturas.
Y tan aislados de cualquier civilización exterior, los hombres santos cometen los peores pecados contra gente que creen enfermos por un mal ancestral.
Los gritos y los llantos no llegarán a ningún oído que no quiera oírlos.
Acá adentro todos viven un castigo...
A kilómetros y metros lejos de otras personas...
Acá, dónde nadie puede oírnos.
Los cazadores de hombres lobo.
Cuando la gente comienza a convertirse en bestias, es ahí cuando nosotros salimos a matar.