Aún sigo encerrada aquí, entre las cuatro paredes adornadas con azulejos y cristales finos, mi reflejo está en cada uno de ellos, o quizás en el primero solo está el reflejo de una persona a punto de estallar en lágrimas con forma de carcajadas alrededor de los demás.
Quizás en aquel que está justo en la esquina al lado de la ventana está el reflejo de aquella chica fuerte y decidida, aunque el vapor del agua caliente empañó aquel pequeño azulejo con ganas de gritarle a todo el mundo quién era en verdad.
O quizás en el tercero a la derecha de las toallas está aquella chica tímida, que le tiene miedo al rechazo, que anhela ser querida tal y como es, aquella que anhela alguien a quien abrazar cuando las lágrimas caen inconsciente.
Me miro al espejo, busco mi propia mirada e intento decifrar que llevo dentro, miro cada uno de los azulejos que se reflejan en mi, miro mis piernas, mis brazos, me dedico a analizar mi figura que a los demás no les gusta. Me acerco un poco más, y miro las imperfecciones de mi cara, aquellas manchas que quedaron en mis mejillas, o aquella imperfección de mi párpado izquierdo. Los recuerdos llegan lenta y suavemente, me sorprenden y cuando ya están frente a mis ojos, analizo cada detalle.
Aun no logro saber, ¿qué es?
Mis piernas se flectan al momento que las palmas dañadas de mis manos se apoyan en la cerámica fría del baño, la respiración aumenta y los latidos van cada vez más rápido.
¿Quiero ser aquella voz que todos quieren que sea?
O quizás, ¿quiero ser aquella persona que se adapta a los gustos de los demás para no ser rechazada?
Oh dios, ¿quién soy?