Había preparado todo lo necesario para esa tarde y, tras la última clase, se dirigiría al encuentro con su compañera. Sin embargo, existía un pequeño inconveniente: no habían acordado un lugar específico para encontrarse, y lo peor de todo, ni siquiera se le ocurrió pedir el número de su compañera para comunicarse con ella. Entonces, pensó que lo más lógico sería buscarla en la entrada de la escuela, así que no tardó en dirigirse allí, esperando que la chica no se hubiera ido.
Salió del establecimiento a paso rápido, y una vez afuera, se detuvo para observar a su alrededor, buscando a la pelirroja. La desesperación comenzaba a apoderarse de él al no encontrarla, pero pronto sintió alivio al verla de espaldas entre la multitud. Se acercó a ella y, aclararía suavemente su garganta como señal de su llegada.
— Ehém, Emma. ¡Por fin te encuentro! por un momento pensé que te habías perdido o te habías ido sin mí — comentó con una sonrisa, aunque en su tono mostraba un ligero nerviosismo al pensar que ella lo hubiera dejado atrás — Ya tengo todo listo, tal como me lo indicaste, así que estoy preparado para ayudarte en lo que necesites. Y, por cierto, ¿solo somos nosotros dos o debemos esperar a alguien más? — cuestiona a la mujercita, ajustándose las correas de la mochila mientras miraba a ambos lados en busca de algún otro compañero.
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