Amor de mi vida,
Hoy se cumple un año desde que nuestras almas se reconocieron oficialmente como pareja, aunque en el fondo siento que nuestras historias ya estaban escritas desde mucho antes. Este primer aniversario como novios no es solo una fecha; es el reflejo de todo lo que hemos luchado, compartido, sanado y soñado juntos.
Cuando llegaste a mi vida, venías con el alma herida, atravesando una tormenta que te había hecho perder la fe en muchas cosas, incluso en ti mismo. Estabas roto por dentro, sumido en una tristeza tan profunda que apenas te dejaba respirar. Y aun así, incluso con toda esa oscuridad, yo pude ver tu luz. Una luz tenue, casi escondida… pero real. Me acerqué a ti sin querer cambiarte, solo queriendo acompañarte. Y desde entonces, caminar a tu lado se convirtió en una de las decisiones más importantes y hermosas que he tomado en la vida.
Te vi renacer, amor. Te vi luchar contra tus sombras, contra tus miedos, contra todo lo que intentó callarte. Te vi empezar a sonreír otra vez, primero con timidez, luego con más fuerza… hasta que un día, tu risa volvió a llenar la habitación. Y en cada paso que diste, yo estuve ahí, orgulloso, admirándote en silencio, agradeciendo por tener el privilegio de ver tu transformación.
Pero lo más mágico de todo, es que en este camino de amor que hemos construido, la vida nos regaló la dicha más grande de todas: nuestro pequeño Daniel. A tu lado, no solo he aprendido lo que significa amar a profundidad, sino que también estoy cumpliendo uno de los sueños más grandes de mi existencia: ser papá. Junto a ti, tengo la fortuna de formar una familia, de criar con amor, con paciencia, con ejemplo. Y cada vez que miro a Daniel, cada vez que lo veo dormir, reír o mirarnos como si fuéramos todo su universo, sé que estoy viviendo algo sagrado.