“Y fue en ese momento cuando Carlos se dio cuenta de que había vivido demasiadas relaciones déjà vu: ojos verdes, risas escandalosas, competitividad desbordante, carisma nato… todos parecían seguir un mismo patrón. Siempre altos, aunque nunca más que él, siempre más jóvenes. En cada uno encontraba un reflejo, una sombra, un destello de quien había sido su verdadero amor, aquel amor que eclipsaba a todos los demás: el chico de ojos verdes, tan brillantes como esmeraldas, que jamás logró pronunciar bien su nombre por culpa de la ‘R’.
Carlos ya no era el mismo de entonces. Había dejado de ser aquel muchacho atento y romántico que regalaba detalles sin motivo y que besaba con ternura infinita. Con el tiempo había olvidado lo que era besar con verdadero amor. Pero, en el fondo de su memoria, aún latía ese recuerdo: hubo una vez, hubo un amor, y nunca nadie pudo ocupar del todo ese lugar.”
Dos nuevas historias se acercan, cortas Pero prometedoras, esperenlas