—Una verdad por una moneda, un futuro por dos monedas —susurra, inclinándose frente a mí.
No tengo fuerzas para discutir ni para rechazarlo. Tomo la bolsa de Astrid, saco dos monedas y las sostengo entre mis dedos. Antes de dárselas, advierto:
—Mientes y mueres.
Él ríe con deleite.
—No esperaría menos de una reina —murmura.
—Y bien…
—No es tu salvador. Será tu verdugo. Pero es el único camino hacia la grandeza, Sienna.
Mi nombre en su boca me crispa, pero sigue hablando.
—Serás la villana de una historia mal contada, y aun así, todo siempre estará a tu favor. Ellos caerán de rodillas y tú emergerás. Tus lágrimas serán el alimento.
Escalofríos recorren mi espalda. No entiendo sus palabras, pero algo en ellas se siente definitivo.
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CUATRO CORTES, UNA REINA