Mientras editaba el capítulo 50 de Behind His Mask, tuve ciertos… pensamientos.
No fue hasta que hice clic en el botón de “publicar” que realmente me di cuenta de cuánto he progresado. Antes, cada vez que escribía una historia, siempre encontraba una razón para abandonarla. Me convencía de que no era lo suficientemente buena—ni yo como autora, ni la obra en sí.
Tengo muchísimos borradores acumulando polvo digital, historias que no he revisado en años porque me generan una profunda vergüenza.
Cuando publiqué por primera vez Behind His Mask, estaba atravesando un momento muy oscuro en mi vida. En aquel entonces, la versión de mí misma pensó: “esto durará, a lo mucho, tres meses. Luego caeré en el mismo ciclo y la abandonaré sin terminar.” Pero, para mi sorpresa, no fue así.
Soy consciente de que no es la mejor historia del mundo, pero escribirla me hace feliz. Y saber que hay personas que disfrutan leyéndola me llena de alegría.
Ha habido días en los que he estado a punto de eliminarla. Sin embargo, siempre hay algo que me detiene.
Tal vez Behind His Mask sea la primera historia que logre llevar hasta el final.
Eso espero.