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La pintura fresca recorriendo tu hermoso vestido blanco refinado de negro, manchando tu preciosa cara, tan suave como la seda misma, recorriendo con paz y tranquilidad lo cálido de tu cuerpo, caminando y observando cada punta de tus extremidades, observe tu cara, ahora irreconocible, teñida de sombrías sombras, rezo entre lágrimas para que regreses, hágase voluntad ante mí, tal y cual como lo hace en el cielo. Tu cuerpo yace dentro de este hermoso lienzo, mi pincel censuro tu rostro hermoso, borrando rastros de aquellos recuerdos preciosos, sentí mis manos temblar y el pánico quebrar, me tiro al piso, con las palmas de mis manos en mi corazón, rogándole una última vez para que no desaparezca antes de que mis recuerdos borrosos sean desterrados hacia el abismo, puestos en una caja fuerte y tirados en el más allá de mi mente, gritando ruego a que te quedes, llorando ruego a que te aparezcas, mis manos tocan mi rostro blando, mojado por lagrimas, tiemblo y ruego. El universo no quiso que coexistamos, por lo que así, sin piedad y sin aviso, te separo de mi, dejándome sola, miró el cielo azul, entre las nubes, observo tu innombrable rostro inhumano. El universo, dejándome el soledad, tuvo empatia hacia mí y dejó verte una última vez, sonreí con lágrimas en mis ojos, tu me abrazaste y pusiste mi cabeza en tu caliente pecho, me entregaste el rojo de tus listones, vi como tu presencia se fue desvaneciéndose en una luz, alejándose cada vez más y envolviendo el mundo en una tela blanca, sonrió con suavidad y me doy la media vuelta. Veo tu figura dibujada por todos lados, la arena me obliga a mirarla, veo tu cara, tu presencia todavía quedo en mi fría alma, lo agradezco, recuerdo todo lo que sacrifique por ti y lloro, una luz me envuelve con calidez, una luz.. ¿Dios, eres tu?
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