Hay poco que les dé a los niños mayor placer que cuando un adulto se permite descender a su nivel, renuncia a su superioridad opresiva y juega con ellos como iguales.
Así como al jinete, si quiere permanecer sobre el caballo, a menudo no le queda otro remedio que conducirlo a donde este quiere ir, también el yo suele trasponer en acción la voluntad del ello como si fuera la suya propia.