—No me tengas miedo —susurró.
Harry apoyó su mano sobre la de él.
—No te tengo miedo —respondió—. Te estoy diciendo la verdad porque… porque me importás.
Cheng cerró los ojos un segundo.
Cuando los abrió, había un brillo nuevo.
Menos hielo.
Más fuego.
—¿Puedo…? —preguntó, acercándose apenas.
La pregunta quedó flotando entre sus bocas.
Lo que se viene chiquillos