Un día como hoy, hace bastantes años, nací.
Una bebé un poco prematura, pequeña y frágil fue a quien mi mamá abrazó en esa mañana. Aparentemente, a las diez con cuarenta y cinco vi el mundo exterior por primera vez.
No recuerdo nada de eso, es evidente. Incluso de mi infancia, las memorias son borrosas, soy del tipo de persona que olvida las cosas, pero ese no es el punto.
¿Con qué propósito llegué a este mundo? No he llegado jamás a una respuesta, de hecho, creo que no existe una e, irónicamente, eso me motiva.
No nací por un motivo en concreto, significa que puedo dedicar mi vida a lo que desee, pero como todos saben, para vivir como te apetezca, debes saber enfrentar consecuencias. Es implícito, pero todos con el tiempo lo aprendemos.
Me siento feliz, me siento enojada, me siento esperanzada, me siento desdichada, todo en una misma vez.
No comprendo el flujo del tiempo, ni lo futuro, ni lo pasado, el mundo parece indiferente y el tic tac constante no espera a nadie, de eso soy consciente.
Contrario al aparente pesimismo ya expuesto, me siento tranquila al comprenderlo. Hay cosas que de mis manos escapan y aún algunas que accidentalmente son mi causa.
Es difícil, demasiado complicado, pero determinada a enfrentar esta confusa vida estoy. No hay manera en que me de por vencida al pensar en el brillante sol.
Sin importar lo que opinen, sin importar lo que ocurra, la vida es valiosa y a su manera me acuna. Me da un motivo, una determinación que inexplicable resulta a la comprensión.
Lamento mucho el pasado, el futuro es difuso, aún así encuentro cierto encanto en el momento presente y lo que hay para en él admirar.
La vida es confusa y a esa confusión me enfrento. No me desanima, sino me da sustento.
Gracias por todo lo que he vivido, aún si lo arrebatado lamento.