“¿Tenía depresión? ¡Pero si no parecía!” “El alma de la fiesta ¿Lo recuerdan?” “Reía como loco” “Pero tenía dos hijos ¿Cómo es posible?” “Tenía un buen empleo ¿Qué le hacía falta?” “Era solo una niña de 11 años” La depresión también sabe de supervivencia, ha aprendido el arte del camuflaje, apoderarse de ti pasando desaparecida, sabe más que tú de maquillaje, sabe más que tú de disfraces, y sabe más que político el arte de mentir. Se colorea una sonrisa, difumina bien las lágrimas de anoche, no deja visibles las heridas y limpia bien los rastros de sangre. Sabe de ciencia forense, deja en duda si es suicidio u homicidio. En las fotos de ayer reía en las de hoy cuelga en una habitación vacía. Hace que culpen a todos del crimen y entre risas se escabulle buscando otra víctima. Sabe de teatro, ríe tan bonito, habla tan fluido, tiene en el perchero más de cien máscaras, guiones de pretextos al por mayor, el problema es cuando se baja el telón, cuando rompe la careta y de paso sus venas. La depresión es estudiante de cirugía, loca apasionada que guarda hojas de bisturí en la recámara, sus incisiones las practica en los brazos, las piernas, en el abdomen, y cuando se siente preparada lo intenta en la carótida. La depresión tiene humildad visita a hombres, mujeres, ricos, pobres, niños, ancianos ¡A ella le da igual! les invita un café, les dice que ella es la salida, que como ella ninguna los entiende. Se te mete como canción de cuna al oido con el único propósito de hacer que se te cierren los ojos y esta vez tal vez sea para siempre. Tiene sucursales en cada continente, me atrevo a decir que si en Marte hay vida seguro que allá tampoco se le escapan. La depresión tiene rostro: Se parece mucho a una persona con sonrisa