Cuando la vida te odia, tienes ganas de llorar, de gritar, de salir corriendo, de despertar, de que alguien por fin te diga que todo es un mal sueño, que es broma, que es mentira... en definitiva: tienes ganas de todo, menos de vivir. Cuando algo te da así tan fuerte, lo siento, pero no tengo ganas de nada. Quizás esta semana suba el capítulo que prometí, pero no afirmo nada. Estoy demasiado destrozada como para siquiera levantarme de la cama a coger el ordenador y menos para escribir. Me he dado cuenta de que los cuentos de hadas no existen, de que nada puede acabar bien...