LucFraserJPN
El edificio de la academia femenina se levantaba
como una fortaleza blanca en medio de la ciudad,
demasiado pulcra y demasiado rígida para su gusto.
Luc apoyaba la espalda contra la verja exterior, con
los brazos cruzados sobre el pecho y la gorra echada
hacia abajo. La mascarilla negra cubría parte de su
rostro, aunque, siendo honestos, no le importaba que
lo reconocieran. Hacía ya tiempo que había dejado
de intentar ocultarse. ¿De qué servía? Al final, todo
el mundo terminaba hablando de él, para bien o para mal.
Un suspiro largo salió de su pecho. No era por fastidio;
era impaciencia. Su pierna derecha lo traicionaba con
un leve cosquilleo de dolor, recordándole que había
exigido demasiado en los ensayos de la mañana. No
importaba. Ni el ardor en el músculo ni las miradas
furtivas de las estudiantes que empezaban a reconocerlo
podían borrarle la idea fija: Seoyun estaba a punto de
salir, y solo eso valía la espera.
El ruido de los timbres de salida rompió la calma del
ambiente, seguido por un oleaje de voces femeninas.
Un grupo de chicas lo señaló desde la distancia; escuchó
los murmullos, las risitas, incluso los cuchicheos
cargados de veneno.
—Ese es… ¿no es Ni-Ki?
—Dicen que es violento, ¿no? Pobre Seoyun...
—Aunque… en persona es más guapo todavía.
Luc arqueó una ceja bajo la visera. ¿Violento? Podían
decir misa, y no movería ni un dedo para defenderse.
Al final, ¿qué importaba lo que ellas creyeran? La única
opinión que le importaba era la de ella. Siempre había sido así.
Apretó el borde de la gorra entre dos dedos y la inclinó
un poco hacia atrás, dejando ver el destello claro de sus
ojos azul pálido. El cabello albino sobresalía en mechones
rebeldes, brillando bajo la luz del atardecer. La expectativa
le dibujó una sonrisa casi felina en los labios.
Y entonces, la vio.
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Ella negó con la cabeza, divertida por su ocurrencia.
—No. Voy a comprar los ingredientes. Te prepararé mi ramen casero. —Dijo, con voz suave pero firme—. Ese que te gusta. El picante.
El modo en que Luc abrió la boca, probablemente para
protestar, le hizo suspirar con cierta exasperación.
Seoyun ya sabía lo que iba a decir: que no hacía falta,
que estaba cansada, que él podía conformarse con
cualquier cosa. Siempre era así; siempre trataba de hacerla
sentir que no debía molestarse por él.
Pero antes de que alcanzara a emitir palabra, Seoyun
se impulsó sobre las puntas de los pies y lo besó.
Fue un beso corto, cálido y silencioso, de esos que
decían más que cualquier explicación. Sintió cómo
los músculos de Luc se tensaban por sorpresa antes
de relajarse bajo el toque. Por un instante, el mundo
se redujo a eso: al leve roce de su piel, al pulso
acelerado en el pecho de ambos.
Cuando se separó, Seoyun lo miró directamente
a los ojos y susurró:—. No es problema. Quiero hacerlo.
Luc la observó sin decir nada, los labios aún entreabiertos,
los ojos azul pálido brillando con una mezcla de
desconcierto y ternura.
Entonces Seoyun soltó su mano solo para tomarlo
nuevamente, tirando suavemente de él en dirección contraria.
—Anda, antes de que cambie de opinión. El supermercado no va a esperarnos.
Cuando Luc soltó una risa baja, resignada, y se dejó guiar,
Seoyun notó que no podía ocultar la sonrisa que se le escapaba.
Y así, entre risas y pequeñas miradas, caminaron juntos
hacia el supermercado más cercano; ella fingiendo no
notar su leve cojera, y él fingiendo no notar el rubor que
aún teñía las mejillas de la kitsune.
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@LucFraserJPN El aire afuera aún olía a flores y a cemento caliente. Las últimas alumnas se dispersaban por la acera cuando Seoyun vio la mano extendida de Luc frente a ella. Dudó apenas un segundo antes de tomarla; su mano era grande, cálida, y el simple contacto la hizo sentir segura. Era un gesto tan pequeño… y sin embargo, bastaba para que el mundo dejara de parecerle tan hostil. Empezaron a caminar, y durante unos segundos todo pareció normal: los pasos acompasados, el murmullo lejano de las conversaciones, las luces del atardecer cayendo sobre los escaparates. Pero entonces, su mirada se detuvo en la forma en que Luc caminaba. Era casi imperceptible: un pequeño cambio en su ritmo, una ligera inclinación cuando apoyaba la pierna derecha. Si no lo conociera tanto, quizá no lo habría notado. Su pecho se apretó. Luc siempre trataba de ocultarlo, fingiendo que no pasaba nada. Pero Seoyun sabía leerlo demasiado bien. Sabía cuando algo le dolía, aunque él sonriera. —Luc… —Murmuró, haciendo que él girara el rostro hacia ella. La pregunta departe de él, con esa sonrisa traviesa que parecía decir «no te preocupes por mí», hizo que Seoyun vacilará un momento. Luego bajó la vista, apretando un poco su mano—. Mejor… no vayamos a la tienda de conveniencia. Notó como Luc parpadeó, confundido. Las preguntas, con ese tono dramático y juguetón por parte de él no se hicieron esperar, y junto a ello; él deteniéndose justo frente a ella, inclinando la cabeza con curiosidad felina. Seoyun levantó la mirada, sus ojos oscuros brillando con un dejo de ternura—. Vamos al supermercado mejor. Luc, aún más confundido repitió «¿Supermercado?», arqueando una ceja. Su tono era mitad sorpresa, mitad risa. Y con esa risa vino la pregunta que no podía faltar con ese tono bromista que Luc poseía pese a todo: «¿Vas a comprarme otra montaña de ramen instantáneo?»
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LucFraserJPN
La pequeña risa que escapó de ella fue suficiente para
confirmar que tenía razón. Luc se inclinó un poco más,
bajando la voz hasta un murmullo juguetón.
—Así que… ¿qué te parece algo más sencillo? Una tiendita de conveniencia, ramen instantáneo, un par de onigiris y, por supuesto, toda la carne que pueda cargar en mis brazos. Necesito nutrientes, ¿sabes? —Dijo golpeándose el abdomen con orgullo, como si realmente necesitara excusa para comer tanto.—
El brillo en los ojos de Seoyun fue la respuesta que esperaba.
Ella no necesitó palabras: su leve asentimiento y la manera
en que intentaba ocultar la sonrisa eran suficientes. Luc estiró
la mano hacia ella, con descaro, para que se la tomara.
—Vamos, zorrita. Prometo no cantar tu nombre a todo pulmón en la tienda… bueno, tal vez solo una vez.
El sonido suave de su risa lo hizo sentir que, al fin, todo
estaba en su lugar.
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