Podría dedicar todo este espacio en blanco a escribir cosas sobre mi vida ―que probablemente no te importarían ni lo más mínimo― de modo que optare por abstenerme de ello. Tampoco voy a hablar de mis gustos, ya que si estás leyendo ésto, no te será difícil adivinarlos.

Supongo que, entonces, te estarás preguntando de qué voy a hablar. Y la respuesta es nada, de absolutamente nada, ¿y sabes qué es lo mejor?, que acabas de desperdiciar un minuto de tu vida en vano. Un minuto que podrías haber empleado en cosas mucho más útiles que ésto, y que ya no podrás volver a recuperar, porque, desgraciadamente, ese minuto de tu vida me pertenece.

Deberías aprender a emplear mejor tu tiempo. Pero si después de todo sigues leyendo ésto, tendré que prohibirte abrir mi novela. Y lo hago porque malgastarías aún más tiempo leyéndola; tiempo que no deberías derrochar.

Sé que no vas a hacerme caso porque la atracción de las prohibiciones es superior a ti, así que adelante; ignórame.