Los cantos primaverales de mi alma comienzan a susurrar, evocando elegías, escudriñando todo cuanto existe. El palabreo de mi voz se vuelve tenue contemplando la niebla que cubre mis ojos. Los campos del mago comienzan a echar raíces en mis venas, dándome de comer la ciruela de sus labios
Se dilata mi corazón esperando su llamado, el llamado de postrarme en la hierba de los campos de mi tierra, deteniendo el tiempo en un suspiro y cabalgar de nuevo en la nostalgia y cubrir el llanto en la inocencia de los pájaros
Comienzan arder mis ojos como hoguera, atrapados entre la pólvora y el ruido de la ciudad, leyendo los carteles que deslizan mis manos, manos que adolecen el cantar de los cantares