A Damián la mayor parte del tiempo le era entretenido rondar por ahi; siempre había alguno que otro prisionero al cual castigar, sus compañeros omegas solían acudir a él en busca de una buena conversación, la excusa del patrullaje quedaba perfecta para evitar los informes, se enteraba de cosas que capaz no debía saber pero... ¡Un buen sin fin de cosas ocurría cuando sucedía! Tampoco es que se considerará un amante del chisme, no obstante ¿Acaso no resultaba un poco más "sano" aquello que las usuales atrocidades que sus 'camaradas' solían hacer allí?
Después de todo, no solo le servía para satisfacción propia sino que, también para el intercambio de información entre otras redes externas al circuito.
Muy pocos llamaban su atención, a comparación de cómo solía ser antes. Llegó a pensar que también debió aburrirse de ese empleo, uno que al fin y al cabo, siquiera le era necesario estar. Sin embargo, cuando planeaba abandonar ese lugar junto con las prácticas peculiares recurrentes con los reclusos; llegaron dos a evitar ese hecho. O más bien, uno, la primera no era importante.
Sus carmínes habían puesto su atención en aquel quien apostaría en otra vida fue un bello doncel, pese a que en esos momentos tendia a mezclarse entre la apariencia ruda de los demás prisioneros, «Oh, Asahi~» incluso pensar en él le hacía suspirar de éxtasis, sus cosas nasales hasta llegaron a sentir el olor de sus feromonas... Algo tensas, eso solo le hizo llegar a la conclusión de que realmente poseía la mente del Lacrontte a su merced; con solo sentir el aroma de su... Una mueca de disgusto le hizo salir de su ensoñación, «¿Gasolina? Debería oler a naranjas o miel o...»