Elizabeth camina a paso firme hacia un banco en el que ve un chico solo, con el pelo rosado y la mirada perdida al frente. La pelinegra se sienta a su lado sin decir nada y saca un libro de su bolsa, apartando un mechón azabache de su rostro blanco. Con el libro abierto, mira de reojo al muchacho de su izquierda, curiosa