Desde los incidentes de hace seis años, el mero hecho de hablar de Paul ha de ser un misterio. Pues aunque muchas respuestas se derramaron, habían asuntos inconclusos referentes al francés.
Tanto así que llegó a distanciarse.
Ahora el rubio yacía allí, contemplando el bello cielo como la primera vez, sin olvidar la característica sonrisa plasmada en su rostro.
La calma que reflejó se fue acabando al sentir presencia ajena, girando sus pupilas hasta toparse con tal figura de baja estatura, totalmente reconocible.
—¿Chuuya?— Fue lo primero dicho, procesando la situación durante los primeros segundos, al menos hasta que sus ojos se entrecerraron con calma y vuelva a sonreír. —Que alegría verte—