El frío del mármol se impregna en mis huesos.
          	La garganta me arde por los sollozos atrapados,
          	que buscan escapar con cada respiración.
          	
          	El cuerpo duele, y mi cabeza parece a punto de estallar.
          	Los ojos, secos de tantas lágrimas,
          	se sienten pesados con el paso de los segundos.
          	
          	Le hablo a un cadáver.
          	
          	Me repito en silencio: un cuerpo frío,
          	o quizá solo los huesos que quedan de él.
          	Un alma bohemia que no tuvo suficiente tiempo en el mundo.
          	Alguien que alguna vez soñó,
          	y hoy descansa por la eternidad entre aquellas cuatro paredes.