— Eso es algo injusto... — Su tristeza la invadió nuevamente; se acercó un poco más, solo para apreciar los orbes ajenos. — ¿No podías deshacerte de ellas? ¿Y tú madre? — Escuchó esta vez lo que parecía una risita en un tono extraño. — ¿Yo..? No, pues, solo me han llegado a gustar uno que otro chico, pero jamás me atrevo a hablar por miedo a ser rechazada. Así que es mejor estar sola y observar cómo los demás son felices.— Una de aquellas sonrisas falsas que solía mostrar aveces solo por cortesía se curvó en sus labios delicadamente delineados y pintados con labial rojo.